sábado, 2 de septiembre de 2017

TOA - Semana 22 - Me sedujiste, Señor - Mt 16, 21-27

Si formamos nuestra religión sólo con lo que nos atrae y nos gusta, ¡qué iglesia tan cómoda y sosa tendríamos!

En Alqosh y Qaragosh en Irak la gente está celebrandos sus eucaristías y sus sacramentos en Iglesias destruidas, sin techos ni ventanas, lo hacen hasta en el aire libre mientras reconstruyen todo. No hay comodidades pero les sobra fe y compromiso, Podríamos mantener las historias sobre el nacimiento y la infancia de Cristo, su tentación en el desierto y sus milagros de sanación, podríamos incluir nuestras parábolas favoritas, como el hijo pródigo, el fariseo y el publicano, y por supuesto, el buen samaritano. Pero, ¿acéptaríamos esa enseñanza dura acerca de renunciar a nosotros mismos, tomar la cruz, perder nuestras vidas por el bien de Jesús? ¿o es mejor seguir siendo sordos en la práctica, en nuestras vidas diarias?

Seguir a Cristo es como aceptar a un amigo en su totalidad, con sus fallas y virtudes, acogiendo con satisfacción las demandas y los beneficios de su amistad. Amistad es aceptar a las personas como son, sin querer cambiarlas o acomodarlas a lo que nos convienen. Sucede lo mismo con el Evangelio: hay que aceptar todas las palabras de Cristo, porque confiamos en él y sabemos que en sus caminos están la verdad y la felicidad.

¿Qué nos quiere el Señor cuando nos pide "renuncia a ti mismo", "pierde tu vida por mi causa", "lleva tu cruz"?, o San Pablo en su carta "presenten sus cuerpos como un sacrificio santo?" Estas palabras no quieren el suicidio, o la devaluación de la vida presente, sus alegrías y sus logros. Tampoco es una  forma piadosa a resignarse a soportar lo que no se puede cambiar. Estas son preguntas no buscan una solución rápida o simple. La Palabra de Dios nos aleja de cualquier religión cómoda y conformista, desmascara nuestras muchas evasiones, nuestros dobles estándares, nuestro deseo de "comprar gracia barata", de aspirar a la salvación a un precio reducido, nos involucra en el sacrificio y la entrega. 

La seducción de Dios
La primera lectura nos da una pista frente para la demanda de este Señor. En la extraordinaria confesión de Jeremías de que fue seducido por Dios. Dejando que su vocación profética lo dominara, Jeremías se involucra en muchas tareas ingratas. Se había enamorado de Dios, de tal modo que nada le impidió hacer la voluntad de Dios, sin importarle a dónde ésta le llevara o le hiciera hacer. 
Y nosotros, ¿Nos hemos enamorado de Cristo? ¿nos hemos dejado seducir por él para servirlo con todas nuestras capacidades y recursos? ¿No estamos ofreciendo como "sacrificios vivos"?

La "renuncia" de la que nos habla el Evangelio de hoy tiene mucho aspecto positivo. Todo crecimiento, todo logro duradero exige esfuerzo y sacrificio. Ese sacrificio puede ser también una experiencia satisfactoria si se orienta hacia una meta alta y valorada. (entrenamiento atlético, escalar una montaña, estudiar un idioma, prácticar una habilidad.) La autodisciplina que involucra la vida cristiana, nos lleva a aceptar las circunstancias en las que Dios nos coloca, a forjar nuestro propio destino, a contribuir con el bienestar de nuestra sociedad y del mundo. Nos ayuda a esperar confiados la gran recompensa del servicio leal, cuando el Hijo del hombre, viniendo en gloria, recompensará a todos según su comportamiento y compromiso.
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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano, Domingo 22, TOA

Primera lectura: Jer 20, 7-9 
Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; fuiste más fuerte que yo y me venciste.
He sido el hazmerreír de todos; día tras día se burlan de mí.
Desde que comencé a hablar, he tenido que anunciar a gritos violencia y destrucción.
Por anunciar la palabra del Señor,
me he convertido en objeto de oprobio y de burla todo el día.
He llegado a decirme: "Ya no me acordaré del Señor ni hablaré más en su nombre".
Pero había en mí como un fuego ardiente, encerrado en mis huesos;
yo me esforzaba por contenerlo y no podía.

Salmo Responsorial: Salmo 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9 / R. Señor, mi alma tiene sed de ti.
Señor, tú eres mi Dios, a Ti te busco; de ti sedienta está mi alma.
Señor, todo mi ser te añora como el suelo reseco añora el agua.
R. Señor, mi alma tiene sed de ti.
Para admirar tu gloria y ti poder, con este afán te busco en tu santuario.
Pues mejor es tu amor que la existencia; siempre, Señor, te alabarán mis labios.
R. Señor, mi alma tiene sed de ti.
Podré así bendecirte mientras viva y levantar en oración mis manos.
De lo mejor se saciará mi alma; te alabaré con jubilosos labios.
R. Señor, mi alma tiene sed de ti.
Porque fuiste mi auxilio, y a tu sombra, Señor, canto con gozo.
A ti se adhiere mi alma y tu diestra me de seguro apoyo.
R. Señor, mi alma tiene sed de ti.

Segunda lectura: Rom 12, 1-2
Hermanos: Por la misericordia que Dios les ha manifestado, los exhorto a que se ofrezcan ustedes mismos como una ofrenda viva, santa y agradable a Dios, porque en esto consiste el verdadero culto. No se dejen transformar por los criterios de este mundo; sino dejen que una nueva manera de pensar los transforme internamente, para que sepan distinguir cuál es la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto. 

Aclamación antes del Evangelio: Ef 1, 17. 18
R.
 Aleluya, aleluya.
Que el Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestras mentes
para que podamos comprender cuál es la esperanza que nos da su llamamiento.
R. Aleluya. 

Evangelio: Mt 16, 21-27 
En aquel tiempo, comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.

Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole: "No lo permita Dios, Señor; eso no te puede suceder a ti".

Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: "¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!"

Luego Jesús dijo a sus discípulos:
"El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre,
en compañía de sus ángeles, y entonces le dará a cada uno lo que merecen sus obras''.

Oremos
Dios todopoderoso, de quien procede todo bien perfecto,
infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre,
para que, haciendo mas religiosa nuestra vida,
acrecientes en nosotros lo que es bueno
y lo conserves constantemente.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.

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