Derrotado y afigido.
Yo no merezco Tu misericordia, pero
¡Oh, mi Redentor,
la sangre que has derramado por mí
me anima y me obliga a esperar por ella.
Cuántas veces te he ofendido,
me arrepentí, y sin embargo,
de nuevo he caído en el mismo pecado.
¡Oh, mi Dios, me gustaría cambiar,
y para serte fiel,
voy a poner toda mi confianza en Ti.
Cada vez que me sienta tentado,
voy a recurrir al instante a Ti.
Hasta ahora, he confiado
en mis propias promesas y resoluciones
y he descuidado recurrir a Ti en mis tentaciones.
Esta ha sido la causa de mis repetidos fracasos.
La sagrada escritura nos dice:
Estén siempre alegres en el Señor; se lo repito, estén alegres
y den a todos muestras de un espíritu muy abierto.
El Señor está cerca.
No se inquieten por nada; antes bien, en toda ocasión
presenten sus peticiones a Dios y junten la acción de gracias a la súplica.
Y la paz de Dios, que es mayor de lo que se puede imaginar,
les guardará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
Por lo demás, hermanos, fíjense en todo lo que encuentren de verdadero,
noble, justo, limpio; en todo lo que es fraternal y hermoso;
en todos los valores morales que merecen alabanza.
(Fil. 4, 4-9)
Desde hoy en adelante,
se Tú, oh Señor, mi fortaleza,
y con esto podré hacer
todas las cosas mejor,
porque:
"Todo lo puedo en Cristo que me fortalece." (Fil 4, 13)
Amén.
Todopoderoso y Misericordioso Dios,
gracias por oír mi oración;
y liberar mi corazón
de las tentaciones de los malos pensamientos;
que mi cuerpo pueda llegar a ser
un hogar digno
para Tu Espíritu Santo.
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