Ya se han ido los días cuando podíamos dejar la llave en la puerta, o dejar que los vecinos pasen a conversar con una taza de café. Somos más conscientes de la seguridad y el miedo al robo hace que muchos tengan miedo, incluso en sus propios hogares.
El temor nos encierra en nosotros mismos también. Guardamos silencio con la gente que es criticona y no nos abrimos a quienes creemos que nos juzgarán. El miedo a los demás nos puede retener y dificultar nuestro crecimiento.
El Evangelio muestra a los primeros cristianos encerrados, temerosos de las autoridades judías. Incluso cuando María Magdalena les dice que la Tumba está vacía y que ha visto al Señor, no tuvieron el valor suficiente para vencer su miedo. Le podrían hacer lo que le hicieron a Jesús, así que se escondieron, esperando que todo esté bien de nuevo.
Pero.... El Señor, sí, es el Señor Jesús mismo que se aparece a ellos aún con sus puertas cerradas y les ayuda a vencer su miedo. Jesús sopla el Espíritu Santo sobre ellos, los llena de nueva energía y esperanza, los hace libres para que compartan su misión. "Como el Padre me envió, yo también los envío". Con el poder del Espíritu salen de su prisión autoimpuesta y dan testimonio del Señor resucitado.
Los Hechos describe una comunidad de creyentes alegre, vigorosa y llena de Jesús, es la iglesia, dando testimonio de la resurrección tanto en palabra como en su propia vida.
Todos conocemos personas encerradas y escondidas en sí mismas, aunque personas entusiastas y esperanzadoras como María Magdalena nos muestren que hay porvenir para nuestra iglesia o para nuestra sociedad, preferimos ignorarlos. Preferimos dejar que ellos continúen con esa esperanza, nosotros paramos y nos ponemos a salvo. El Señor quiere que salgamos de nuestro auto-encierro. Jesús encontrará la manera de llenarnos de nueva vida y energía para servirlo. Ningunas puertas cerradas pueden mantenerlo fuera. Él encuentra la manera de entrar hasta nuestro encierro y nos ayuda a vencer lo que nos retiene. Esto requiere cierta apertura de nuestra parte; al menos algún deseo de convertirnos en lo que queremos ser. Muchos llegamos a este país tomando riesgos, confiando que el Señor caminaba con nosotros. Bendita Esperanza. El Señor resucitado no para de renovarnos en su amor; la Semana Santa y la Pascua es el tiempo para celebrar esta buena noticia.
De todos los discípulos que no se movieron con el mensaje de Pascua, Tomás fue el más terco. Cuando los otros le dijeron: "Hemos visto al Señor", él no quiso oírlo. Es el tipo obstinado que piensa, que insiste en que se cumplan ciertas condiciones antes de aceptar cualquier cosa como verdadera. "A menos que yo vea ..." Como con los otros discípulos, Jesús aborda a Tomás en sus propios términos. Cumple sus condiciones y exigencias, dice "Pon tu dedo aquí".
El evangelio de hoy dice que el Señor nos encuentra donde quiera que estemos, acepta todos nuestros temores y dudas. Está preparado pisar y quedarse en nuestra tierra, en nuestros términos y motivaciones. Desde allí nos hablará adaptándose a nuestro propio estado de ánimo y sentir, entra en nuestro corazón. No hay que ir a un lugar determinado para que el Señor se comprometa con nosotros. Llega a donde estamos, dondequiera que haya temor o duda. Podemos orar esta temporada de Pascua por la apertura a recibir la venida del Señor en las circunstancias concretas de nuestras propias vidas, para que también podamos decir con Tomás: "Mi Señor y mi Dios". También podemos orar para que, como el Señor, Recibiríamos a otros donde están, en lugar de donde nos gustaría que fueran.
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Lectura en lenguaje Latinoamericano
Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.
De nuevo les dijo Jesús: "La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo". Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar".
Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré".
Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Luego le dijo a Tomás: "Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree". Tomás le respondió: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús añadió: "Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto".
Otros muchos signos hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritos en este libro. Se escribieron éstos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.
De nuevo les dijo Jesús: "La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo". Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar".
Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré".
Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Luego le dijo a Tomás: "Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree". Tomás le respondió: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús añadió: "Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto".
Otros muchos signos hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritos en este libro. Se escribieron éstos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.
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