La mayoría de estas prácticas sociales se han ido de los barrios, lo mismo que el mundo de nuestra infancia que los valoró tan altamente. El final de éstas prácticas sociales fue acelerado por el cine y la televisión, que promueven el igualitarismo y la informalidad y otros valores sociales que quieren imponer a todos. Y quién no piensa cómo ellos es insultado y condenado.
Lo mismo ha pasado en la liturgia manejada al antojo de un pastor, un grupo parroquial o religioso. Al privilegiar lo social, parece que hemos perdido algo de nuestro sentido de lo sagrado. Para nosotros, la Presencia Real era real.
Con la excusa del modernismo, éste sentido de lo sagrado ha sufrido el olvido, la burla y hasta la condena. Damos gracias que aún sigue vivo y saludable en muchos lugares de Norte, centro y Sudamérica. Los que quieren actuar la liturgia sólo desde la razón, han intentado "desmitificar" la Misa y, al igual que los reformadores del siglo XVI, "despojar los altares de magia".
Ya han desaparecido el trato respetuoso a Dios en nuestro lenguaje, así como los espacios del santuario, silencios y oraciones populares. A Dios se le ha obligado a unirse a nuestras filas igualitarias, total, "es uno de nosotros y entre nosotros.
El "Señor, mi Dios" que Santo Tomás pronuncia ante Jesús resucitado es para muchos racionales "una antigüedad, una mala interpretación, producto de devociones arcaicas y hasta un cierto tipo de fanatismo". Lo sagrado, no tiene lugar en el mundo moderno de hoy y es siempre comparado con lo mágico. Damos gracias que aún existe esa "magia" entre los pequeños y los sencillos que nos despiertan con cariñosas bofetadas ante lo sagrado en sus vidas y sus minutos y horas de día.
"Veneren al Señor en sus corazones", nos dice San Pedro en la lectura de hoy. Si Dios no es venerado como sagrado, nada más es sagrado. Ni el marido, ni la esposa, ni los padres, ni los hijos. Quizá eso explique el creciente deterioro de las familias. Aún se puede disentir y tener opiniones discrepantes pero como cristianos debemos hacerlo exponiendo nuestros argumentos "con cortesía y respeto", algo notablemente ausente en la mayoría de los debates religiosos.
La reverencia a Dios, el respeto a las personas y la cortesía son todas las facetas de la misma virtud. Los que son corteses no siempre pueden ser creyentes, pero los descorteses nunca pueden ser verdaderos seguidores de Jesucristo.
"Él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad"
El "Espíritu de verdad" tiene un rol especial y es muy necesitado hoy en día, ya que al parecer vivimos en la era post-verdad de "hechos alternativos".
El tipo de verdad que el Evangelio de Juan quiere compartir no es simplemente veracidad o evidencia verdadera sino la verdad de la relación, de fidelidad. Cuando alguien dice, con palabras o con un gesto desde la honestidad de su corazón: "Siempre seré verdadero contigo" lo que dice en realidad es "Siempre te seré fiel". Hablamos entonces de la verdad fundamental de las relaciones y, de hecho, de la verdad fundacional de la fidelidad de Dios en Jesús.
Ésta es la verdad verdadera, la verdad que nos hará libres. En nuestro Evangelio de hoy, el énfasis todavía está en la figura de Jesús, pero, como se despliega el Discurso de Despedida, el papel del Espíritu Santo es ricamente revelado como compañero, maestro, consolador e inspirador.
El "Señor, mi Dios" que Santo Tomás pronuncia ante Jesús resucitado es para muchos racionales "una antigüedad, una mala interpretación, producto de devociones arcaicas y hasta un cierto tipo de fanatismo". Lo sagrado, no tiene lugar en el mundo moderno de hoy y es siempre comparado con lo mágico. Damos gracias que aún existe esa "magia" entre los pequeños y los sencillos que nos despiertan con cariñosas bofetadas ante lo sagrado en sus vidas y sus minutos y horas de día.
"Veneren al Señor en sus corazones", nos dice San Pedro en la lectura de hoy. Si Dios no es venerado como sagrado, nada más es sagrado. Ni el marido, ni la esposa, ni los padres, ni los hijos. Quizá eso explique el creciente deterioro de las familias. Aún se puede disentir y tener opiniones discrepantes pero como cristianos debemos hacerlo exponiendo nuestros argumentos "con cortesía y respeto", algo notablemente ausente en la mayoría de los debates religiosos.
La reverencia a Dios, el respeto a las personas y la cortesía son todas las facetas de la misma virtud. Los que son corteses no siempre pueden ser creyentes, pero los descorteses nunca pueden ser verdaderos seguidores de Jesucristo.
"Él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad"
El "Espíritu de verdad" tiene un rol especial y es muy necesitado hoy en día, ya que al parecer vivimos en la era post-verdad de "hechos alternativos".
El tipo de verdad que el Evangelio de Juan quiere compartir no es simplemente veracidad o evidencia verdadera sino la verdad de la relación, de fidelidad. Cuando alguien dice, con palabras o con un gesto desde la honestidad de su corazón: "Siempre seré verdadero contigo" lo que dice en realidad es "Siempre te seré fiel". Hablamos entonces de la verdad fundamental de las relaciones y, de hecho, de la verdad fundacional de la fidelidad de Dios en Jesús.
Ésta es la verdad verdadera, la verdad que nos hará libres. En nuestro Evangelio de hoy, el énfasis todavía está en la figura de Jesús, pero, como se despliega el Discurso de Despedida, el papel del Espíritu Santo es ricamente revelado como compañero, maestro, consolador e inspirador.
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Lecturas en Lenguaje Latinoamericano / VI Domingo de Pascua
En aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba allí a Cristo.
La multitud escuchaba con atención lo que decía Felipe,
porque habían oído hablar de los milagros que hacía y los estaban viendo:
de muchos poseídos salían los espíritus inmundos, lanzando gritos,
y muchos paralíticos y lisiados quedaban curados.
Esto despertó gran alegría en aquella ciudad.
Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén se enteraron de que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan.
Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén se enteraron de que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan.
Éstos, al llegar, oraron por los que se habían convertido, para que recibieran el Espíritu Santo, porque aún no lo habían recibido y solamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús.
Entonces Pedro y Juan impusieron las manos sobre ellos, y ellos recibieron el Espíritu Santo.
Salmo Responsorial: Salmo 65, 1-3a. 4-5. 6-7a. 16 y 20
R. Los obras del Señor son admirables. Aleluya.
Que aclame al Señor toda la tierra. Celebremos su gloria y su poder,
cantemos un himno de alabanza, digamos al Señor: "Tu obra es admirable".
R. Los obras del Señor son admirables. Aleluya.
Que se postre ante ti la tierra entera y celebre con cánticos tu nombre.
Admiremos las obras del Señor, los prodigios que ha hecho por los hombres.
R. Los obras del Señor son admirables. Aleluya.
El transformó el mar Rojo en tierra firme y los hizo cruzar el Jordán a pie enjuto.
Llenémonos por eso de gozo y gratitud: El Señor es eterno y poderoso.
R. Los obras del Señor son admirables. Aleluya.
Cuantos temen a Dios, vengan y escuchen, y les diré lo que ha hecho por mí.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica, ni me retiró su gracia.
R. Los obras del Señor son admirables. Aleluya.
Segunda lectura: 1 Ped 3, 15-18
Hermanos: Veneren en sus corazones a Cristo, el Señor, dispuestos siempre a dar, al que las pidiere, las razones de la esperanza de ustedes. Pero háganlo con sencillez y respeto y estando en paz con su conciencia. Así quedarán avergonzados los que denigran la conducta cristiana de ustedes, pues mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal. Porque también Cristo murió, una sola vez y para siempre, por los pecados de los hombres; él, el justo, por nosotros, los injustos, para llevarnos a Dios; murió en su cuerpo y resucitó glorificado.
Aclamación antes del Evangelio: Jn 14, 23
R. Aleluya, aleluya.
El que me ama, cumplirá mi palabra, dice el Señor; y mi Padre lo amará y vendremos a él.
R. Aleluya.
Evangelio: Jn 14, 15-21
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Si me aman, cumplirán mis mandamientos; yo le rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; ustedes, en cambio, sí lo conocen, porque habita entre ustedes y estará en ustedes.
No los dejaré desamparados, sino que volveré a ustedes. Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán, porque yo permanezco vivo y ustedes también vivirán. En aquel día entenderán que yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes.
El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él".
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