domingo, 6 de agosto de 2017

TOA - Domingo 18 - Brillando mejor con Cristo - Mt 17, 1-9

A veces podemos trabajar al lado de alguien sin llegar a conocerlo realmente. De repente un día, sucede algo que le hace abrirse, empezamos a acercarnos a él, y descubrimos una cantidad de riquezas profundas que no sabíamos que existía.

El evangelio de esta mañana es acerca de una experiencia similar a aquella, donde Pedro, Santiago y Juan pueden por un instante ver quién es realmente Jesús. Es una experiencia de algo más allá de las palabras: atemorizante pero al mismo tiempo, tan maravillosa que desean prolongarla construyendo tres tiendas - para Jesús, Moisés y Elías. Reflexionando sobre la experiencia, años más tarde, Pedro escribía: "Habíamos visto a su majestad por nosotros mismos. Él fue honrado y glorificado por Dios el Padre, cuando la Gloria Sublime mismo le habló "(1 Pedro 1:17).

Marcos habla en su Evangelio sobre la blancura de las ropas de Jesús; dice que se volvieron "deslumbrantemente blancas, más blancas que cualquier cosa terrenal". San Gregorio Nazianzeno nos dice que esta blancura era la Divinidad, manifestada a los discípulos. Tradicionalmente, Moisés y Elías son vistos como representantes de la Ley y los Profetas, pero Moisés y Elías también fueron personas que tuvieron encuentros con la Divinidad. Ambos cruzaron el desierto, ayunaron durante cuarenta días, y subieron la montaña de Dios. 

Moisés le rogó a Yahvé: "Muéstrame tu gloria" y Yahvé le reveló su espalda (no su rostro), pero antes lo puso en la hendidura de la roca. Cuando llegó a Elías como una suave brisa, éste estuvo en la boca de una cueva. Moisé y Elías pueden representar a todos los que quieren ver la gloria de Dios: "¿Cuándo puedo entrar y ver el rostro de Dios?" 42: 2)

¿De qué hablaban Moisés y Elías con Jesús? Lucas dice que "hablaban de su muerte que debía cumplirse en Jerusalén" (Lc 9, 31), y de hecho fue en su Pasión que el rostro de Dios se iba a revelar, Juan escribiría más tarde: "Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, Dios, que estaba al lado del Padre. Él nos lo dio a conocer. "(Jn 1, 18).

La transfiguración se dió seis días después que Jesús predijera sus sufrimientos en la cruz. Jesús fue crucificado unos cuarenta días después. A los tres apóstoles que verían a Jesús postrado en agonía en Getsemaní se les concedió ver quién era Jesus en realidad. Eso debía fortalecerlos frente a lo que les esperaba y ayudarles a comprender lo que se reveló en la Pasión. Juan dice en el Prólogo: "vimos su gloria", ¿se refiere a la Transfiguración o a la Crucifixión, al Tabor o al Calvario? ¿une simbólicamente estas dos montañas en una? ¿Es el Tabor simplemente una visión previa al Calvario, más que un antídoto: una visión más profunda de la realidad del evento de la Crucifixión?

En la Transfiguración, se oye al Padre anunciando: "Este es mi Hijo, el Amado. Escúchenlo." El Padre testimonia que Jesús es Su Hijo Amado, El poder del Espíritu Santo hizo resplandecer la nube que se posa sobre Jesús para indicar que el Hijo Es la misma luz del Padre, que ambos se pertenecen en riqueza y poder." Tanto en el Bautismo de Jesús, como en la Transfiguración, Los cielos se abren y vislumbramos la vida interior de la Trinidad. Jesús es revelado como Hijo del Padre, que habla desde la nube de la Presencia Divina, donde habita el Espíritu. 

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Lecturas Bíblicas en Lenguaje Latinoamericano 
6 De Agosto 2017 / Fiesta de la Transfiguración del Señor

Primera lectura: Dn 7, 9-10. 13-14
Yo, Daniel, tuve una visión nocturna:
Vi que colocaban unos tronos y un anciano se sentó.
Su vestido era blanco como la nieve, y sus cabellos, blancos como lana.
Su trono, llamas de fuego, con ruedas encendidas.
Un río de fuego brotaba delante de él. Miles y miles lo servían, millones
y millones estaban a sus órdenes. Comenzó el juicio y se abrieron los libros.

Yo seguí contemplando en mi visión nocturna
y vi a alguien semejante a un hijo de hombre,
que venía entre las nubes del cielo.
Avanzó hacia el anciano de muchos siglos
y fue introducido a su presencia.
Entonces recibió la soberanía, la gloria y el reino.
Y todos los pueblos y naciones de todas las lenguas lo servían.
Su poder nunca se acabará, porque es un poder eterno,
y su reino jamás será destruido.

Salmo Responsorial: Salmo 96, 1-2. 5-6. 9 / R/. Reina el Señor, alégrese la tierra.
Reina el Señor, alégrese la tierra; cante de regocijo el mundo entero.
Tinieblas y nubes rodean el trono del Señor que se asienta en la justicia y el derecho.
R/. Reina el Señor, alégrese la tierra.
Los montes se derriten como cera ante el Señor de toda la tierra.
Los cielos pregonan su justicia, su inmensa gloria ven todos los pueblos.
R/. Reina el Señor, alégrese la tierra.
Tú, Señor, altísimo, estás muy por encima de la tierra
y mucho más en alto que los dioses.
R/. Reina el Señor, alégrese la tierra. 

Segunda lectura: 2 Pedro 1, 16-19
Hermanos: Cuando les anunciamos la venida gloriosa y llena de poder
de nuestro Señor Jesucristo,
no lo hicimos fundados en fábulas hechas con astucia,
sino por haberlo visto con nuestros propios ojos en toda su grandeza.

En efecto, Dios lo llenó de gloria y honor,
cuando la sublime voz del Padre resonó sobre él, diciendo:
"Éste es mi Hijo amado, en quien yo me complazco".
Y nosotros escuchamos esta voz,
venida del cielo, mientras estábamos con el Señor en el monte santo. 

Tenemos también la firmísima palabra de los profetas,
a la que con toda razón ustedes consideran como una lámpara
que ilumina en la oscuridad, hasta que despunte el día
y el lucero de la mañana amanezca en los corazones de ustedes.


Aclamación antes del Evangelio: Mt 17, 5
R/.
Aleluya, aleluya.
Éste es mi Hijo muy amado, dice el Señor,
en quien tengo puestas todas mis complacencias; escúchenlo.
R/. Aleluya.

Evangelio: Mt 17, 1-9
En aquel tiempo,
Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste,
y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia:
su rostro se puso resplandeciente como el sol
y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve.
De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí!
Si quieres, haremos aquí tres chozas,
una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".

Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió
y de ella salió una voz que decía:
"Éste es mi Hijo muy amado,
en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo".

Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor.
Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo:
"Levántense y no teman".
Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús.

Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No le cuenten a nadie lo que han visto,
hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos".

Oremos
Dios nuestro,
que en la transfiguración gloriosa de tu Hijo unigénito
confirmaste los misterios de la fe
con el testimonio de los profetas
y prefiguraste admirablemente
la perfecta adopción como hijos tuyos,
concédenos que, escuchando la voz de tu Hijo amado,
merezcamos ser coherederos suyos.
Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.

Cantemos

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