¿Cómo encontrar a Dios en las tormentas y las luchas de nuestras vidas, a veces tan difíciles y tan desmoralizadoras? ¿Son en esas pruebas en las que intentamos encontrar y hacer su voluntad?
Hay tres momentos de oración en el evangelio de hoy.
1) La oración de Jesús. Después de enviar a las multitudes, él subió a las colinas solo para orar. Esta es la oración de comunión. Jesús entra en comunión con su Padre celestial. Podríamos pensar en ello como la oración de la contemplación.
2) La oración desesperada de Pedro. Pedro grita: "Señor, sálvame". Esta es también nuestra oración cuando nos sentimos amenazados o abrumados por alguna situación difícil. Seguramente, muchos nos identificamos con esta oración. Conocemos situaciones en las que la tierra parece abrirse debajo de nosotros y nos comenzamos a hundir. Jesús respondió a la oración de Pedro, salvándolo de ahogarse. El Señor siempre responderá a nuestras oraciones de las profundidades.
3) La oración de los Discípulos. Estando en la barca, después de que el viento se calmó, exclaman asustados: "Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios." Esta es la oración de alabanza, que se regocija de reconocer a Jesús en su verdadera dimensión, por lo que él es y no por lo que esperamos que sea. La oración de petición está entre corchetes por la oración de comunión de Jesús y la oración de alabanza de los discípulos. A pesar de que la oración desesperada de petición probablemente nos llega más fácilmente, estamos llamados a las tres formas de oración. Así como un tiempo para pedir al Señor, también hay un tiempo justo para estar con el Señor, y un tiempo para darle gracias y alabanza.
En la primera lectura, Yahvé manda a Elías a subir a la montaña y espera a que Él pase.
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús diciendo: "Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios".
En el Evangelio, Jesús hace que los discípulos crucen las aguas para encontrarse con Él. En cada uno de los casos, el Señor se hace presente en medio de un tumulto aterrador, fientos fieros, y sobre enormes olas, en el fuego y en los terremotos.
Elias esconde su cara. Quizá recuerda a Moisés que se encontró con Yahvé en esa misma montaña en las mismas condiciones, entre fuego, vientos y terremotos. (Deut 4, 10-15; Ex 19, 17-19) Dios le dijo a Moisés que nadie puede ver su rostro y seguir vivo, por eso esconde a Moisés en una grieta de la montaña, del mismo modo, esconderá a Elías en una cueva. (Ex 33, 18-23)
También los discípulos están demasiado aterrados para mirar el rostro de Dios. En el Evangelio de hoy, Jesús revela su 'identidad divina'. Sólo Dios camina sobre de la cresta de la ola (Job 9: 8) y las dirige la rabia de las aguas (Sal 89, 9-10). Y las palabras de confianza que Jesús dice, "Soy Yo", Son las mismas que Yahvé, su Padre usó para identificarse ante Moisés (Ex 3, 14; Is 43, 10).
También los discípulos están demasiado aterrados para mirar el rostro de Dios. En el Evangelio de hoy, Jesús revela su 'identidad divina'. Sólo Dios camina sobre de la cresta de la ola (Job 9: 8) y las dirige la rabia de las aguas (Sal 89, 9-10). Y las palabras de confianza que Jesús dice, "Soy Yo", Son las mismas que Yahvé, su Padre usó para identificarse ante Moisés (Ex 3, 14; Is 43, 10).
Incluso Pedro ha sido sobreseído por el miedo como para imitar a su Señor. Jesús le dice que sus miedos son signos de falta de fe. Eso mismo nos sucede a nosotros. Nuestros miedos nos hacen dudar, y eso hace difícil que podamos contemplar su gloria que mora entre nosotros.
Al cantar el Salmo 85, debemos reafirmar nuestra seguridad que Su salvación está cerca de aquellos que esperan en Él. Por la fe debemos saber, como afirma Pablo en su carta a los Romanos, que somos herederos de las promesas hechas a sus hijos, Israel.
Debemos confiar en que Él nos susurra suavemente en los pruebas de nuestra vida, que aquel que nos ha llamado a caminar a seguir sus pasos, nos salvará cada vez que empezemos a hundirnos.
Primera lectura:1 Reyes 19, 9a. 11-13a
Al llegar al monte de Dios, el Horeb, el profeta Elías entró en una cueva y permaneció allí. El Señor le dijo: "Sal de la cueva y quédate en el monte para ver al Señor, porque el Señor va a pasar".
Así lo hizo Elías y, al acercarse el Señor, vino primero un viento huracanado, que partía las montañas y resquebrajaba las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Se produjo después un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Luego vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego se escuchó el murmullo de una brisa suave. Al oírlo, Elías se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la cueva.
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Lecturas Blíblicas en Lenguaje Latinoamericano - Domingo 19 TOA
Primera lectura:1 Reyes 19, 9a. 11-13a
Al llegar al monte de Dios, el Horeb, el profeta Elías entró en una cueva y permaneció allí. El Señor le dijo: "Sal de la cueva y quédate en el monte para ver al Señor, porque el Señor va a pasar".
Así lo hizo Elías y, al acercarse el Señor, vino primero un viento huracanado, que partía las montañas y resquebrajaba las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Se produjo después un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Luego vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego se escuchó el murmullo de una brisa suave. Al oírlo, Elías se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la cueva.
Salmo Responsorial: Salmo 84, 9ab-10. 11-12. 13-14 / R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Escucharé las palabras del Señor,
palabras de paz para su pueblo santo.
Está ya cerca nuestra salvación
y la gloria del Señor habitará en la tierra.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
La misericordia y la verdad se encontraron,
la justicia y la paz se besaron,
la fidelidad brotó en la tierra
y la justicia vino del cielo.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Cuando el Señor nos muestre su bondad,
nuestra tierra producirá su fruto.
La justicia le abrirá camino al Señor
e irá siguiendo sus pisadas.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Segunda lectura: Rom 9, 1-5
Escucharé las palabras del Señor,
palabras de paz para su pueblo santo.
Está ya cerca nuestra salvación
y la gloria del Señor habitará en la tierra.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
La misericordia y la verdad se encontraron,
la justicia y la paz se besaron,
la fidelidad brotó en la tierra
y la justicia vino del cielo.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Cuando el Señor nos muestre su bondad,
nuestra tierra producirá su fruto.
La justicia le abrirá camino al Señor
e irá siguiendo sus pisadas.
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Segunda lectura: Rom 9, 1-5
Hermanos: Les hablo con toda verdad en Cristo; no miento. Mi conciencia me atestigua, con la luz del Espíritu Santo, que tengo una infinita tristeza, y un dolor incesante tortura mi corazón.
Hasta aceptaría verme separado de Cristo, si esto fuera para bien de mis hermanos, los de mi raza y de mi sangre, los israelitas, a quienes pertenecen la adopción filial, la gloria, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Ellos son descendientes de los patriarcas; y de su raza, según la carne, nació Cristo, el cual está por encima de todo y es Dios bendito por los siglos de los siglos. Amén.
R. Aleluya, aleluya.
Confío en el Señor,
Mi alma espera y confía en su palabra.
R. Aleluya.
Evangelio: Mt 14, 22-33
Confío en el Señor,
Mi alma espera y confía en su palabra.
R. Aleluya.
Evangelio: Mt 14, 22-33
En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí.
Entretanto, la barca iba ya muy lejos de la costa, y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron, y decían: "¡Es un fantasma!" Y daban gritos de terror.
Pero Jesús les dijo enseguida: "Tranquilícense y no teman. Soy yo".
Entonces le dijo Pedro: "Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua".
Jesús le contestó: "Ven". Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús;
pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: "¡Sálvame, Señor!" Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?"
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús diciendo: "Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios".
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